La prevención de los malos hábitos de vida debe comenzar antes de los 13 años, porque a los 16 ya es muy tarde para cambiarlos, advierte un estudio.
Por eso, las campañas de salud deben estar dirigidas a estos grupos de edad, afirman los investigadores de la Universidad del País Vasco, en España.
Según los científicos, malos hábitos como un estilo de vida sedentario, el consumo excesivo de alcohol y una dieta perjudicial son predominantes entre los jóvenes de entre 19 y 26 años.
Pero el momento en que estas conductas quedan arraigadas es a los 16 años.
El estudio fue llevado a cabo en la comunidad autónoma del País Vasco entre 2.108 jóvenes, quienes respondieron a varios cuestionarios sobre sus hábitos y estilo de vida.
Lo peor, la alimentación
"Los hábitos menos sanos resultaron ser los de la alimentación", comenta Marta Arrue, quien dirigió la investigación.
"Seguidos por el consumo de alcohol, el sedentarismo, las relaciones sexuales de riesgo, el consumo de tabaco, las drogas y finalmente una cantidad insuficiente de sueño o sueño de baja calidad", agrega.
Según la investigadora, los resultados mostraron que las conductas de riesgo entre los jóvenes son mucho más comunes de lo que se esperaba, incluso entre ellos mismos, ya que piensan que son más sanos de lo que realmente muestran.
Hay un efecto de retroalimentación entre los hábitos y el estado psicológico: los buenos hábitos benefician la salud psicológica y las condiciones óptimas psicológicas facilitan tener una vida sana
Marta Arrue
Cuando se dividieron los resultados por edad, se encontró que las conductas de riesgo comienzan a presentarse en los primeros años de la adolescencia (13 años) y, con la excepción de los hábitos de sueño, todos los demás empeoran a medida que pasa el tiempo.
Según Marta Arrue, "debe prestarse atención especial a los jóvenes de 16 años, porque éste es el punto de inflexión, la edad en que se opta por actividades sanas o cuando surgen los patrones de conducta de riesgo".
En cuanto al género, añade la experta, las mujeres muestran mayores conductas de riesgo que los hombres.
"El punto débil de las mujeres -dice- es el sedentarismo, el consumo de tabaco, el mal sueño, y el riesgo de embarazarse o de adquirir infecciones por transmisión sexual".
"Los hombres, por otro lado, muestran debilidad por el alcohol, las drogas ilegales y la alimentación inadecuada", completa.
Factores psicológicos
El estudio también halló una relación entre los malos hábitos y el estado psicológico de los participantes.
Encontró que los adolescentes y jóvenes que siguen un estilo de vida sano tienen una mayor autoestima, mejor bienestar psicológico, mayor satisfacción con su cuerpo y menos indicadores de enfermedades psicológicas.
Muchos jóvenes duermen poco o tienen un sueño de baja calidad.
Según la investigadora, "hay un efecto de retroalimentación entre los hábitos y el estado psicológico: los buenos hábitos benefician la salud psicológica y las condiciones óptimas psicológicas facilitan tener una vida sana".
Por eso, subraya Arrue, es importante tomar en cuenta estos factores cuando se lanzan campañas de prevención de salud, que deben ser diseñadas específicamente para los grupos de adolescentes y jóvenes.
"El combate de los malos hábitos de estilo de vida requiere un enfoque de múltiples factores y multidisciplinario", advierte la investigadora.
"Además, requiere detectar el problema lo antes posible, especialmente tomando en cuenta los grupos de riesgo (mujeres y jóvenes)".
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